Los residentes que utilizan de forma habitual el transporte público en Barcelona han aumentado un 16%, pasando del 43% registrado a finales de 2022 al 50% en 2024. Por otro lado, en Madrid, este incremento se sitúa en un 10%, del 54% al 59%. Estos datos surgen de una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) sobre la movilidad.
Crecimiento del uso del transporte público
El sondeo, que tiene un formato similar al elaborado hace dos años, revela que este crecimiento significativo en la utilización del transporte público coincide con la reducción del precio del billete y de los abonos desde finales de 2022. En efecto, los costes han disminuido en un 60% en Madrid y un 50% en Barcelona.
Estadísticas de desplazamientos en Madrid y Barcelona
En Madrid, los hábitos de movilidad siguen mostrando que los habitantes lideran el uso de diferentes medios de transporte público. Por ejemplo, el metro es utilizado por un 45% de los madrileños, frente al 28% de los barceloneses. El autobús urbano cuenta con una aceptación del 41% en Madrid, en comparación con el 34% en Barcelona. Además, el tren de cercanías y el autobús interurbano también son más utilizados en la capital española, con 28% y 23% respectivamente, mientras que en la ciudad condal los porcentajes son del 19% y 12%.
En contraste, en Barcelona ha crecido de manera notable el número de personas que prefieren desplazarse a pie. Este porcentaje ha aumentado del 78% en 2022 al 89% en 2024. Además, se ha registrado una pequeña reducción en los viajeros que utilizan el coche, que ha pasado de un 69% a un 65%, lo que refleja un cambio en las preferencias de movilidad.
La tendencia del caminar
En Madrid, la situación es diferente. Aunque también ha crecido el número de madrileños que caminan de forma habitual —subiendo del 83% en 2022 al 87% en 2024—, el uso del coche en el área metropolitana ha aumentado ligeramente, de un 72% a 73%. Esta tendencia podría indicar que, mientras más personas optan por andar, la dependencia del automóvil sigue siendo fuerte en ciertas áreas.
Un punto a mejorar se encuentra en la distancia que recorren los madrileños para ir al trabajo, ya que la media es de 21 kilómetros, en comparación con los 15 kilómetros de los barceloneses. Esto nos hace reflexionar sobre la planificación urbana y su impacto en la movilidad.
Mejoras reclamadas para el transporte público
No obstante, un aspecto importante que surge del estudio es que la mayoría de los encuestados considera que el transporte público debe continuar mejorando. Muchos ciudadanos señalan que aspectos como la puntualidad y el estado de las infraestructuras apenas llegan al aprobado. En Barcelona, la sensación de seguridad también deja que desear, a pesar de que los delitos en el metro se han reducido casi a la mitad entre 2019 y 2024, según los datos de los Mossos.
Este escenario plantea una cuestión crucial: ¿cómo pueden las autoridades municipales y autonómicas trabajar para mejorar la experiencia de los usuarios de transporte público? Según OCU, tres de cada cuatro residentes piensan que el transporte público es la mejor forma de reducir el tráfico en sus ciudades. Esto resalta la importancia de continuar invirtiendo en calidad, frecuencia y extensión del servicio.
Utilización de la bicicleta como transporte prioritario
Por otro lado, la encuesta también pone de relieve la percepción de que tanto la administración local como la regional «no apuestan con suficiente decisión» por el uso de la bicicleta. Aunque más del 40% de los vecinos considera que se debe promover este medio de transporte, solo un 10% de los barceloneses y un 9% de los madrileños lo utilizan de forma habitual.
Este bajo porcentaje se atribuye, en parte, a la falta de infraestructuras adecuadas. En este sentido, apenas un 37% de los barceloneses y un 23% de los madrileños consideran que las infraestructuras para bicicletas son adecuadas. Por lo tanto, es vital que se creen redes que sean «completas, continuas, directas y seguras», con carriles bici separados de los vehículos de motor.
Con todos estos datos sobre la mesa, queda claro que la transición hacia un transporte más sostenible no solo depende de la reducción de precios. La calidad del servicio, la seguridad y las infraestructuras son elementos fundamentales a considerar. Las ciudades necesitan reflexionar sobre cómo pueden adaptarse a estas nuevas demandas y prioridades, y a la vez, fomentar un futuro más sostenible en la movilidad urbana.